miércoles, 14 de octubre de 2009

14 años después


“Recuerdo alguna tarde de lluvia, cuando mi hermano se moría, en la que yo miraba por la ventana hacia la calle y comparaba el drama que se vivía en mi casa con la vida, aparentemente normal, que veía por la ventana en la calle: la gente, los coches, las risas; después miraba hacia las ventanas del edificio de enfrente y me preguntaba qué estaría pasando detrás de cada una de ellas y si en alguna de esas casas estarían viviendo algo similar a lo que estábamos viviendo nosotros”. Esto me hacía pensar en cuál sería la realidad y/o la vida, si la que veía afuera a través de mis ojos, la que se vivía dentro de las paredes de mi casa o lo que yo sentía por dentro. Parecían tan distintas unas y otras que yo no sabía muy bien si alguna era real, si todas lo eran o si no lo era ninguna de ellas”.

“El día que murió Alberto hacía sol y fui con mi padre a elegir el ataúd; sentía el sol sobre mí y en la funeraria me sentía tan rara eligiendo un ataúd para mi hermano; recuerdo que en el tanatorio abrí la caja y le peiné, le habían despeinado en el traslado, aún estaba caliente y yo estaba allí, peinando a mi hermano que estaba dentro de su ataúd, mientras uno de sus mejores amigos me miraba desde la sala a través del cristal con los ojos arrasados en lágrimas.
Han pasado los años, 12 para ser exactos, he aprendido a vivir con la pérdida, con la alegría, con la pena, con… . Miro a los ojos de una persona que empieza a vivir un proceso similar al mío ¡hay tantas! Y sé cómo puede sentirse, intento transmitirles que tan natural como es vivir, el hecho de morir lo sea también y, a veces, lo consigo.
Miro hacia atrás y agradezco infinitamente los años en que mi hermano vivió y estuvo conmigo y agradezco también infinitamente todo lo que aprendí a través del proceso de su muerte; yo no sería quien soy sin todo lo que he vivido.”

Ana

La vivencia individual, psicológica y personal de la pérdida es un proceso gradual, que se vive en un entorno determinado del que no puede sustraerse y que, a la vez, es determinado por las circunstancias y vivencias personales de quienes han de afrontar ese proceso. Un duelo sano llega a una resolución en la cual, la persona readapta su vida a las nuevas circunstancias, pasando a través de diferentes fases. Existe una cierta controversia actualmente sobre cuáles son estas fases, si se dan todas o no, etc. Considero todo esto secundario ante el hecho de que una noción general acerca de las mismas siempre es una ayuda para el profesional a la hora de prestar su atención y apoyo.

Déjalos ir con amor